Aullidos del fin del mundo

viernes, 21 de agosto de 2015

El lenguaje de la piel

Sus ojos transmitían un destello oscuro. Como si dentro de él estuviese todo apagado, como si realmente viviese entre penumbras. 

Siempre que le veía me sonreía con aquella media mueca, nunca llegaba a abrir la boca del todo. Supongo que no tenía motivos para regalarle a alguien como yo una de sus sonrisas. Me pregunté como serían. 

Caminaba cabizbajo, con la cabeza gacha e intentando camuflarse en las esquinas. Parecía estar allí, pero al mismo tiempo daba la sensación de que su mente le transportaba a cualquier otro lugar mejor, porque parecía que ningún lugar era el adecuado, nunca se le veía a gusto, siempre con aquellos suspiros y de nuevo la sonrisa de media mueca, esta vez con un pequeño temblor en el labio inferior que denotaba toda aquella inseguridad que reflejaban los posos en su rostro. 

La última vez que le vi me pareció más pálido. Olía a tristeza y reflejaba una inseguridad que me hizo estremecer. 

Se despidió de mí de la manera más insólita que esperaba en esos momentos. Un abrazo y de los cálidos, de los que duran minutos y notas como te crujen los huesos.

Fue allí cuando me di cuenta. Necesitaba ayuda, solo que no sabía cómo ni a quien pedirla. 

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