Aullidos del fin del mundo

sábado, 8 de agosto de 2015

Camaleónico

Las fauces se cerraron tras el festín. Verdes pistachos y rojos escarlatas inundaban la estancia. Rezagada, se encontraba la desesperación, hilarante de tanta máscara y tan poco disfraz. 

Los coros hacían eco en las esquinas mientras los títeres se volvían autómatas inertes de nuevo. Porque allí las noches eran de ocio, de bailes, de cuchillos en la garganta y dardos en el pecho. 

Las risas se sucedían una detrás de otra, con aquel tinte maquiavélico que había mutado de sus voces de ultratumba. 

Dantesco. Voraz. Brutal.

Los monstruos resucitaban a la luz del amanecer. 

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