Aullidos del fin del mundo

domingo, 9 de agosto de 2015

Las noches de verano

Es simple. No son más que pequeñas revoluciones encendiéndose como una mecha que está a punto de consumirse. Son llamas danzantes que alumbran todo ese hueco que parecía insondable. 

Las olas del mar parecen lenguas de fuego dispuestas a abalanzarse justo antes de la tormenta. Hasta que justo sucede, cuando el cielo conjura la lluvia, el incendio se eleva. 

La montaña ruge y el volcán entra en erupción. Lame las piedras y se abre camino haya por donde pasa. No le teme, el fuego se lleva todo por delante, la tierra arde de dolor y todo queda arrasado por la lava. 

Colisiona. Es una guerra de titanes. El fuego y el mar. Se respetan. Toman las distancias. Se mecen desafiantes. El fuego es devastador, el mar es poderoso. Empieza aquel juego. Solo puede quedar un vencedor hasta que las cenizas se adentran en el agua, nadando, divertidas, en busca de un gran tesoro, en busca de aquel camino que nunca encontraban y se veían obligadas a materializar. 

Dos fuerzas imparables se besan. Rugen. Duermen abrazadas. Se acarician. Se velan. 

Se dan una oportunidad, la que nadie antes les había concedido y la que ahora, en una noche de verano, les devuelve la vida. 

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