Aullidos del fin del mundo

jueves, 16 de mayo de 2019

Un mundo dentro de un mundo

Naylah se quedó mirando como el caldo se balanceaba en su cuchara. No se había colado ni una miga de pan, lo cual la disgustó. 
- Niña, ¿se puede saber que te tiene tan embobada? -le preguntó tía Marla con su voz tan característica que la hacía parecer enfadada todo el tiempo. 
Naylah siguió con los ojos puestos en su sopa, sin enterarse muy bien de todo lo que sucedía a su alrededor. Vian intercedió por ella. 
- Está en una mala época, ya sabes, está empezando a ser una mujer y no hay quien las entienda. Además siempre están de muy mal...
Tía Marla le asestó un cogotazo antes de que pudiese continuar hablando. 
- De muy mal humor, puedes decirlo a gusto, muchacho -le secundó el tío Macías. 
- No estaríamos de mal humor todo el tiempo si no nos dieseis varios motivos a lo largo de la jornada para estarlo.
Los hombres de la sala compartieron unas miradas de aprobación mientras intentaban que no se les escapara la risa. 
- Naylah, querida, ¿sigues ahí? -insistió su tía, ahora visiblemente más preocupada. 
No fue hasta que se le cayó la cuchara al plato que reaccionó a la situación. Un poco de sopa salpicó a la mesa y su camisola. 
- Perdonad, ahora lo limpio todo -con presteza y un trapo intentó que no se notara el desastre.- Solo estaba absorta pensando en mis cosas.
- Lo cual significa que estabas pensando cuando podrás salir de aquí -adivinó Vian.
- Cállate, no es verdad.
- Todos sabemos que lo es, pequeña -reafirmó tía Marla haciéndole un ademán a su esposo.- Pero creo que tu tío tiene una sorpresa que te gustará.
La cara de Naylah no tardó ni un segundo en brillar. 
Macías se aclaró la garganta y empezó a hablar. 
- Ya he llegado La Nube a nuestra isla, y creo que podrías acompañarme.
La joven no pudo contener su alegría y se levantó para abrazar a su tío, la figura paterna que la había criado y a quien quería más en todo el mundo. 
- ¿De verdad que me dejas ir contigo, de verdad de la buena?
- Pero si te lo acabo de decir -el abrazo se hizo aún más fuerte.
- Tía Marla, ¿qué es la nube? -el hermano más pequeño de Naylah, que aún no se había pronunciado, los miró curioso desde su asiento. 
- Es normal que no lo sepas, pues es un fenómeno muy extraño que sucede cada mucho tiempo, y tú aún eras un renacuajo cuando se acercó por aquí la última vez. Se trata de una isla que se desplaza por todo el reino de Conquista. Se dice que avanza a ritmo de tortuga y por eso tarda más de cuatro años en dar la vuelta entera al continente. Es una fracción muy pequeña de tierra, casi como la mitad de la mitad de nuestra isla.
- ¡Eso es muy pequeño! -se sorprendió el niño mientras se imaginaba si podrían caber allí los cinco. 
- Casi tan pequeño como tú, Gamo -aseguró Vian con una sonrisa. 
-¿Tú lo has visto, hermano?
- Fui la última vez que llegó aquí. Realmente te sientes como una oveja perdida en un rebaño muy grande, contraído en muy poco espacio. 
- Es un lugar muy codiciado para los coleccionistas y los mercaderes -prosiguió su tío-. Al recorrer tantos lugares diversos siempre se encuentran objetos muy poco corrientes que provienen de la otra punta del mundo. Es el mercado más extravagante que verás en toda tu vida.
Naylah no pudo evitar pensar que no había visto ninguno más allá del que se hacía todas las mañanas en la pequeña plaza de su pueblo, y eso consistía en dos pequeñas paradas con la leche más fresca de la semana.
- Allí puedes encontrar de todo. Es como recorrer Conquista en un solo día. Además, los hermanos escurridizos, unos hombres de lo más extraños, son los únicos habitantes de ese trozo de tierra flotante. Dicen que se criaron allí, como lo hicieron sus padres y los padres de estos. Son los encargados de vigilar que no haya ningún disturbio y a la vez son el mejor sistema monetario para que no hayan problemas. Su casa hace a la vez la función de banco. Todos deben primero pasar por allí si quieren vender o comprar algo. Es realmente increíble. 
- ¿Y cómo es la gente, habrá personas de Penumbria, de Descencia o incluso del reino caído? -preguntó Naylah con anhelo. 
Tía Marla la regañó con la mirada. No estaba bien hablar del reino caído, y menos frente a su hermano pequeño. 
- Hay gente muy dispar -contestó su tío sin darle mucha importancia al asunto-, pero dudo mucho que vayas a encontrar nadie de tan lejos. Seguramente haya mucha gente de Penumbria, pues está justo al otro lado del mar, pero nadie se queda más de una semana en ese lugar. Esas son las normas de la isla, si no enseguida se llenaría y no creo que pudiesen caber más de quinientas personas.
La joven lo aceptó a regañadientes. Quería conocer nuevas caras. Quería ver el mundo y preguntarles a todos como era lo que estaba al otro lado del mar, de las montañas, en cualquier otro lado a decir verdad. Pero la gente de Penumbria también le servía. En realidad todo aquel que no hubiese visto en sus últimos diecisiete años le serviría. Además, si era cierto que aquellos hermanos escurridizos se habían pasado toda la vida en La Nube sabrían un montón de cosas, más que las de los libros y su familia le había contado nunca. Solo pensarlo se excitaba de la emoción.
- ¿Qué vas a buscar allí esta vez, tío? -preguntó Vian con curiosidad. 
- Necesito comprar un barco nuevo. Supongo que ya has visto que ese trozo de madera que tenemos a penas aguanta a flote. Llevo muchos años con él, y aunque me dé un poco de pena es tiempo de jubilarlo. Estoy convencido que en La Nube encontraré a alguien que pueda hacerme un buen precio. 
- Tú también vendrás, ¿verdad Vian? - dijo Naylah casi con impaciencia. 
- Si el viejo me deja estaré encantado.
- ¿Oye, mocoso, a quién llamas tú viejo? Solo te doblo la edad y estoy más en forma que tú.
Toda la mesa estalló en carcajadas. 

Esa noche Naylah no pudo dormir. Refrescaba fuera, pero no pudo evitar asomarse por la ventana y contemplar la noche cerrada. Se sentía en sintonía con aquel momento. Podía escucharse desde ahí aquel ruido atronador que desataba el agua de la gran cascada que cubría su mundo al caer desembocada. Aquel era el lugar que siempre había conocido, el lugar al que llamaba hogar. Pensar que al día siguiente tendría la oportunidad de conocer un espacio nuevo le hacía tener esperanzas de que algún podría también conocer algo más de su pasado. Debatió sobre si ese pensamiento debía producirle alegría o tristeza hasta que decidió volver a meterse en su cama. Solo deseaba encontrar su sitio, saber quien era y ser libre para vivir la vida que ella quería, la de una aventurera sin miedo. Pero cada vez que se imaginaba con aquel aspecto aguerrido sus miedos más íntimos salían a la luz y tenía que taparse hasta la frente para que el temblor que le producían aquellas pesadillas relacionadas con el fuego no la hiciesen sucumbir también en su realidad. 


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