Aullidos del fin del mundo

miércoles, 22 de mayo de 2019

La torre

Ahí reside el mal. Ahí no hay lugar para la dicha o la luz. La persona que se encuentra en su falda lo único que descubre al mirar hacia arriba es un futuro sin esperanza. Allí no hay nada, y sin embargo muchos llegan. Su destino se ve forzado a engrosar las listas de esa estructura despedazada con las últimas voluntades de sus dueños aquejados por el dolor y la soledad. No hay alternativa, no hay escape de la prisión de lo que está por venir. No hay contraataque posible. La torre te engulle y te desmorona. La torre te deja sin aliento. Le sonríe a esa parte que has estado negando todo el tiempo. Allí la nada se convierte en algo, algo maligno y que no debería ser nombrado. La torre es el final de la vida...

... a no ser que decidas amar. A uno, a dos, a tres. Amarte a ti, a los demás, a lo que te rodea, a los gestos que nacen y mueren y nadie les presta atención. Amar tus fallos y defectos. Amar las ramas que te han crecido, poco rectas y con muchas curvas. Toda esa sabiduría, todas esas imperfecciones son las que te llevarán a la victoria más dulce, a la aceptación de un mundo que odiabas, pero sin razones. La torre te niega aquella protección que tanto tiempo ha estado refugiándote, donde has aprendido a encoger los hombros y correr en círculos porque preferías seguir ciego a aquello que no conocías para no asumir más dolor. Un dolor que llega, inevitablemente, y que te curte, que te da alas. No hay un tiempo mejor. No hay un lugar idóneo. No hay un obstáculo inquebrantable. Todo lo que hay es amor. Todo se reduce en pequeños actos de amor. El joven no es mejor que el viejo. El viejo no sabe más que el joven. Me da un miedo terrible asumir las consecuencias, perdonar, perdonarme, crecer aún más alto, hasta un lugar en el que sonría cuando me pregunten la edad. Tengo miedo de aquello que me asalta, de mi instinto pasional que me pide a gritos que me descalce y corra libre por la arena del mar. El instinto que me arrebato con cada acto de razón que cierra una puerta más al corazón que tanto miedo tengo de mostrar. Lo peor de todo es que las veces que más feliz he sido, han sido las únicas en las que lo que más me importaba en ese instante era dejarme llevar. 

Voy a destruir la torre. Voy a escalarla y romperla. Voy a saltar desde arriba, y cuando aterrice mis pies estarán tan lejos de ahí que lo único en lo que pensaré será en que mi oscuridad es también mi mejor arma. Que enfrentarme a aquello que más me aterra solo me hace querer aún más. 

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