Aullidos del fin del mundo

jueves, 29 de septiembre de 2016

El niño atado a un globo

El título lleva puesto una semana ahí. No me atrevía a escribir estas palabras, quizás porque el niño que está agarrado al globo no quería dejarlo ir. 

Hace poco he aprendido que el futuro está ahí delante, pero el presente solo se vive una vez, y que, mientras sobrevuelo el mundo desde mi globo gris, se me hace imposible conocer a fondo las cosas.  

He dedicado demasiado tiempo a formar una persona que quiero ser, a idealizarme, a moldearme como si de un maniquí se tratase, pero yo no estoy hecho de madera.

Una profesora que conocí la semana pasada nada más verme ya me dijo que tenía cara de soñador, de persona que se tira por la ventana y se pone a volar. Me dibujó un globo y no hizo falta más que un par de días para que volviese a ponerlo en marcha y me fuese a otro lugar, con otras personas, con otras experiencias, con otros inicios. 

Soy la persona que conozco que más inicios ha vivido. En parte me gusta, porque puedo palpar esas emociones, puedo imaginarme hacia donde puede arraigar o no. Me gusta demasiado sentarme encima de este globo lleno de recuerdos y dejarme llevar.

Pero la vida real nos da más de una lección y alguna que otra bofetada. Ella misma me gritó al oído que los globos no tienen lugar de llegada, solo flotan y se mecen por el viento, no tienen familia y ni quieren tenerla. Deambulan solos por el cielo con el único propósito de llegar a un lugar imposible, porque antes de hacerlo, desaparecen, estallan y ya no queda nada de ellos.

Así que aquí dejo mi globo, lo dejaré suelto hasta que algún loco lo encuentre o hasta que él mismo se canse de flotar sin dirección. Hoy me monto en uno mejor, uno que piloto yo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario