Aullidos del fin del mundo

domingo, 28 de enero de 2018

No me di cuenta de que mi infancia había acabado hacía una década

Es como caer de espaldas en un remolino de oscuridad. Veo el sueño agarrándome con sus zarpas, arrastrándome hasta lo más profundo, como si quisiera alimentarse de mí. 

Estoy tan afónico que el auxilio es inaudible. No sé cómo traducir todas las malas vibraciones que nacen de mis entrañas. Recaigo como un alcohólico que se acaba de cruzar con un bar. Lloro tan hondo que me cubro de barro. Me siento tan patético, tan inútil. Por cada paso que doy resto dos. Moriría de pena si no sintiese que debo acabar mi trabajo aquí. Algo me llama, es puro y me invita a no rendirme, pero es que soy incapaz de terminar las cosas. Estoy tan roto que  no consigo encontrar mis pedazos por ninguna parte. No puedo disimular las fisuras. Yo mismo me cavo mi propia tumba al despertar, y es que la única vez en la que soy capaz de abrir los ojos es cuando me transporto a ese otro mundo, al onírico, allí donde el dolor se aletarga, me deja tranquilo por unos minutos y puedo correr campo a través. 

Aún siento el calor de mi madre en la mejilla, cuando me acariciaba antes de irme a dormir. Todavía noto ese cosquilleo de no saber que me deparará el futuro, pero que soy dueño de él.
Ahora no paro de preguntarme...

                                                 ... si es demasiado tarde. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario