Aullidos del fin del mundo

martes, 31 de mayo de 2016

Los cadáveres que arrastramos

Los muertos nos provocan bailando por encima de una tumba, una que han construido especialmente para nosotros, cavando hondo y sin ningún tipo de escrúpulos. Se aproximan con cautela, sobornándonos con la paz y el silencio que podríamos llegar a amar. Son cadáveres que buscan la oscuridad, que nos arrojan sin luz, que solo quieren pisar la tierra que nos cubre.

Es fascinante su lenguaje, sus cuencas hundidas y la sonrisa suicida. Ellos adoran perder, viven para ver morir a otros, pero sin embargo, caminan a tu lado, con los brazos colgando y el pulso umbrío. No hay razón para escucharles, no hay corazón que les haga volver a latir el suyo propio. Quieren que te unas. Quieren verte caer. Quieren tan intensamente que hacen que los sueños ajenos sean su único reencuentro con el mundo de los vivos. 

Un paria, un fracaso moral, un saco de huesos que no quiere perseguir la luz de los faroles que alejan la vía de salida a lo que pudo ser. 

No podemos terminar sin dejar un rastro de sangre. No hay meta sin víctimas detrás. Los cadáveres se arrastran en la noche, clamando su retorno, clamando un cambio de pieles. Son ellos o tú.

Y tú, por suerte, nunca tienes suficiente. No lo suficiente como para saltar con ellos. Es mejor así. Es mejor llevar más peso en tus hombros y más verdad en los primeros rayos.

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