Siempre hago lo mismo y luego me arrepiento tanto. Una y otra vez siempre me lo voy callando. Luego llego a casa y siempre acabo imaginando que hubiera pasado...
De tanto disimular no sé a quien engaño. Llámame cobarde, llámame como tú quieras.
Lo intento, me pongo frente al espejo y me cuento todo lo que tengo aquí dentro y a penas me deja un hueco para respirar.
Lo detesto, porque a penas puedo dormir que cuando me despierto sólo quiero cerrar los ojos de nuevo. Todos esos intentos por abrir la boca... por dejar entrar a alguien.
Aunque me hago daño, alguien debe ganar los asaltos.
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