Aullidos del fin del mundo

viernes, 6 de mayo de 2016

El dolor de estar vivo

Hoy han saltado a la vía del tren, justo delante de mí. Un grito sordo, sin tiempo de reacción, ni siquiera el tren ha podido parar hasta ser testigo de su propia tragedia. Me pregunto cuales serían sus motivos, si se lo había planteado durante muchos días o había sido una decisión espontánea. Quizás había tenido un mal día, una mala relación, alguien le había decepcionado. Nunca lo sabré, pero ese cuerpo caerá al vacío hasta que mi mente lo suplante con otro recuerdo.

Hay que tener mucho valor y hay que ser muy cobarde. Hay cosas que debes pensártelas dos veces, pero a la vez, no me extraña que haya gente que se lance, sin mirar hacia atrás, que se tire, que crea que lo que vendrá después no puede ser mucho peor. 

He tenido que enumerar las ventajas de estar vivo para no seguir su juego. Supongo que somos como las montañas rusas y no siempre podemos estar arriba del todo, pero a veces es difícil enumerarlas cuando la mayoría de veces lo ves todo desde abajo y con sombras. 

He escogido una con bastante prioridad. La razón de peso ha sido el poder hacer lo que te propongas hacer. Suena muy típico, lo sé y quizás hay otras razones mucho más honradas que no se me han ocurrido, pero... supongo que lo divertido de seguir aquí es que todo lo que desees está a tu disposición. Bueno, obviamente no todo, pero si sabes buscarte la vida tienes un abanico bastante amplio donde escoger. Aunque no es un camino de rosas! Incluso y así, saltar y olvidarlo todo no parece tan mal opción.

Me pregunto si alguna vez la gente que decide marcharse tiene sueño, de ese que tanta pereza da luego hacer cosas y que muchas veces acabas quedándote en la cama antes que salir de casa e intentar hacer algo, ni que sea caminar. Me pregunto si ese sueño acaba llegándole a todo el mundo, si cuando estás en la cama debes tomar la mayor decisión de tu vida y no eres consciente. Me levanto o me rindo ante la obviedad de la vigilia. No es tan sencillo como parece. Estoy convencido de que si no hubiesen obligaciones la mayoría optaría por seguir surcando las nubes sin caer de golpe al mar. 

La conclusión a la que llego es que no podemos tomarnos las cosas a la ligera. Hay cosas que se pueden evitar. Situaciones extremas que podrían rebobinarse con una buena conversación o un poco de esperanza.

Pero es tarde y tengo bastante sueño... apostaría por los trenes, descarrilando en mi cabeza, para que cuando me despierte, decida montarme en uno de verdad.


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