Otra vez es igual, la ciudad sigue dormida.
Ella fue la primera en huir.
Nadie la escuchó, nadie la temía.
Ella fue la primera en vivir.
Se armó de valor y conquista.
No tenía a donde ir,
no conocía guía.
Aprendió a volar de aquí para allá,
rascando los cielos con sus manos.
A ella nunca le crecieron las alas,
por eso lloraba en las esquinas.
A penas le llovieron los piropos,
no tanto como las propinas.
De su trabajo rehuía,
¿pues quién la quería?
Conoció a un galán,
de nombre Tristán.
Le ofreció un nombre y
un poco de pan.
Ella le contó que no sabía volar.
Que no tenía riquezas
más allá de rus rarezas.
Comer siempre significó pecar.
Eres como una muñeca,
pequeña y confusa.
Con la cara aún sucia,
pero con gran astucia.
Podría ser una de esas,
llena de trapos rotos,
costuras y vendas.
No soy una princesa.
Las princesas viven en los cuentos,
en las calles y en las carreteras.
El dolor también habita en ellas.
¿O a caso tú no sientes como yo?
Me gustaría creerte y pedirte
que me salvaras de esta situación,
pero quien rescataría a un monstruo
que no puede ni mirarse a los ojos?
¿y si pudiéramos ser algo más que esto,
algo más que una puta y un truhán?
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