Aullidos del fin del mundo

martes, 18 de noviembre de 2014

Somos hermosos

Solía jugar solo. Siempre llevaba consigo un malherido soldado de plástico al cual había apodado Rex. Le había llamado así porque pensaba que la razón por la que los demás niños no se acercaban a él era el propio muñeco, porque estaba feo y desgastado y ya a nadie le interesaban las cosas viejas. Creía que lo veían como una especie de tiranosaurio rex que asustaba a todos, pero que en el fondo no era diferente al resto, pero a él eso nunca le importó, él se divertía imaginando aventuras con las que pasar el tiempo.

Cuando creció no se separó de aquel soldado. Lo llevaba a todas partes, se lo guardaba siempre en algún bolsillo del pantalón y lo trataba con cariño. En el recreo siempre se dejaba caer en la sombra de algún árbol y empezaba a dibujar un mundo donde Rex podía jugar con otros iguales a él. Le ilusionaba pintarlo de amarillo, como el sol, una figura que radiaba aquel color no podía ser de ninguna manera alguien malo.

Aunque no era muy hablador siempre sacó buenas notas y estas le dieron la oportunidad de demostrarle al mundo su talento con la pintura. Las primeras clases de la universidad a penas le costaron, más allá de la desorientación de los primeros días se sentía reconfortado con la presencia de todos aquellos lienzos y manualidades que decoraban las clases. Su primer trabajo fue convertir al pequeño Rex, ya mucho más desteñido y frágil que cuando era un niño, en un concepto de arte. Lo plasmó como la figura de un superhéroe. Un soldado con capa que quería volar. No tenía ningún poder en especial, sólo deseaba la libertad. A nuestro hombretón esa idea le inspiró una sonrisa. 

Daba por hecho de que el mundo lo había querido así, pero nunca supo a ciencia cierta que había visto aquella chica en él. Después de recoger a su sobrino del colegio la profesora se acercó y le sonrió. Fue la cosa más hermosa que jamás había llegado a presenciar. Sus manos buscaron en seguida a su pequeño amigo, debía de ver aquello con él, era un milagro y tenía que quedar inscrito al menos en las pupilas de alguien más. Ella se rió al ver que un hombre de su edad aún jugaba con muñecos, pero le saludó, siguiéndole el juego y aquel juego terminó en boda. 

Encendió la luz de la mesita de noche y se despidió con un beso en la frente. La pequeña se había quedado dormida al escuchar el cuento que siempre le explicaba su padre. El de las hermosas criaturas. Se acurrucó a un lado abrazando muy fuerte a su soldadito protector. Él siempre le ayudaba a no tener pesadillas.

Rex falleció en las fauces de su mascota. La pequeña mujer de la casa intentó salvarle la vida, pero en vano, pues cuando consiguió quitárselo de los dientes ya no quedaban más que pequeños trozos pintados de amarillo y su lanza, que siempre llevaba pegada al pecho. Ella se puso muy triste y no podía dejar de sollozar. Su padre, que lo había visto todo empezó a soltar carcajadas. Extrañada le preguntó porque se estaba riendo, pues pensaba que Rex era tan o más importante para él que como lo era para ella.

- Hija mía, este pequeñin ya ha visto mucho mundo, me ha visto crecer ,perderme, encontrarme, enamorarme, sufrir, querer, te ha visto nacer a ti y me ha visto en el día más feliz de toda mi vida. Él me ha enseñado que no hace falta ser muy grande para poder hacer cosas inmensas. 

- Pero ahora... ya no está, ya no podrá verme crecer, ni podrá venir conmigo a la escuela, ni ver las películas de los sábados o alejar mis pesadillas.

- No necesita estar a tu lado para estar cerca de ti, pero por si tienes miedo... creo que tengo algo que te hará sonreír. 

Buscó en el pantalón una llave que daba a la habitación que le estaba prohibida entrar. Ella cogió aire y se emocionó, siempre había querido saber que se escondía allí detrás. Cuando la puerta quedó entreabierta asomó la cabeza y se encontró con cientos de soldados en estanterías. Parecía un gran amanecer, pues todos estaban pintados de amarillo y daba la sensación de que se iban a levantar y prender el vuelo. 

- Nadie más tendrá pesadillas, ¿qué te parece?






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