Aullidos del fin del mundo

martes, 12 de noviembre de 2019

Intrusismo

Parloteo con un pequeño demonio que me dice que lo importante es hacer en la vida lo que más quieras. No puedo discutirle, pues el jodido tiene demasiada razón. Le cuento como me siento, cuales son mis deseos. Confabulamos con un mundo en el que no quisiera ser más fuerte, en el que ya lo fuese lo suficiente. Le confieso que no me siento a salvo y él me indica que a veces nuestros peores temores se hacen realidad.  Se burla sobre mi facilidad para desprenderme de la cordura. Se ríe mientras me comenta que es demasiado delgada como para no preocuparse. 

No hay nada que justifique este desprendimiento. Hay un fuego que se prende cada vez que me dejo ir. No lo sé, es como si tuviese otra visión de las cosas, como si pudiese ver a través de un caleidoscopio lo que de verdad representan las lunas y las estrellas. Es como si los colores no fuesen los correctos, como si todas las personas se hubiesen equivocado al nombrarlos. 

Mis manos están cubiertas de oscuridad y no puedo evitar tocarlo todo, cubrirlo de esta tinta que sigue saliendo de mis manos. Me propago sin necesidad de moverme. Es como si estuviese dejando un rastro de gasolina para que alguien pudiese encender de una vez la cerilla y volarlo todo por los aires. 

Es imposible dejar de hablar con el maldito diablo. Es entre agonizante y apasionante. Hay algo que engancha. Supongo que el mal al final tiene su lado seductor. Sin embargo no puedo evitar sentir que sigo siendo el intruso incluso aquí, en lo más profundo, en lo más alto del fondo. Es casi como si perteneciese a dos mundos pero a la vez a ninguno. Es como si mi nombre fuese humo, como si yo no existiese, como si yo no quisiese existir. 

Sé que podría convertir cualquier cosa en miedo. Ese es mi superpoder. 



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