Aullidos del fin del mundo

domingo, 10 de febrero de 2019

Abraza la oscuridad

¿Cómo salgo de aquí? Es la pregunta recurrente. Quizás debería darle una vuelta de tuerca y empezar a preguntarme más bien cómo me acostumbro a ella. Esta niebla densa siempre me ha cegado, me ha conducido por caminos equivocados y disfruta verme caer. Pero... ¿y si le plantase cara? Quizás no soy tan débil como quiere hacerme creer. Puede que toda esa bruma solo me esté confundiendo y me haga distorsionar la verdad. Debería ir a por las armas. Debería empezar a disparar. 

Estoy tan empapado de este color a carbón que ya no distingo si la oscuridad se ha apoderado de mí o aún hay partes de mí que navegan entre los dos mares. 

¿No era obvio? ¿No es obvio que nunca es el momento ni el lugar? ¿No es obvio que siempre estoy errado? ¿No es obvio que no se me está permitido sentir nada bueno porque algo malo pasará y volveré a mi distancia prudencial para que nada ni nadie pueda herirme otra vez? Las cosas buenas nunca duran. Hay cosas que están destinadas a ser como son. Da igual lo rápido que me vaya a dormir, esas pesadillas seguirán persiguiéndome más allá. Estos muros son mis únicos amigos. Estos muros repletos de oscuridad son los únicos que me protegen y me entienden, los únicos que no me alejan, si no que me apartan de todo el resto, de aquello que puede hacerme daño, mucho daño. No es una jaula aunque pueda parecerlo. Soy más libre con las alas rotas que volando y cayendo. Aquí puedo abrazarme y sentirme seguro. Aquí no corro peligro. Aquí no tengo nada que me parta en dos. Porque aquí no hay nada, y cuando no hay nada tú también te conviertes en nada. 

Desde hoy me entrego a la oscuridad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario