Aullidos del fin del mundo

jueves, 22 de febrero de 2018

No tengo tiempo para ser feliz

Ellos decidieron por mí, pero pensándolo bien, al fin y al cabo es mi vida. Siempre pude rebelarme y haber escogido las mejores decisiones. Me sentía demasiado pequeño, pero tenía toda la fuerza de las olas en un día de tempestad. Con los huesos rotos de ahora, lo hubiese hecho todo de distinta manera. 

Hoy me siento solo. De esas noches oscuras en las que notas como el silencio te acompaña y escuchas que tu corazón está cansado y débil. Podría cabalgar en mis dramas y hacer de la noche algo inolvidable, pero no tengo ganas. Una parte de mí quiere llorar y romper las paredes. Quiere ser una bestia y aullar a la luna. Descolgar la armadura y sanar las heridas. Nada de eso va a calmarme. Es todo tan terrible. Todo tan tan terrible. La distancia es ridícula y lo imposible no es algo que pueda encontrar aquí. 

No creo que deba buscar culpables. Las cosas suceden por algún motivo, y por alguno que aún no se me ha desvelado debo seguir tragando todo el agua de ese mar. Lo que más me duele, lo que creo que más cala en mí, que me retuerzo tan solo al pensarlo es que hay un destello en algún rincón de mi cuerpo, un chispa diminuta que me nace en el pecho. Es un himno tatuado, un grito inestable que me revela imágenes de una vida distinta, de un andén que no es el mío, pero que podría serlo.

Esa esperanza está acabando conmigo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario