Aullidos del fin del mundo

sábado, 10 de febrero de 2018

Mi ritmo, mi tiempo

No puede ser que estemos aquí para no ser. Nos montamos en una montaña rusa de emociones. No sabemos cuando vamos a volver a subir a lo más alto o si de repente vamos a descarrilar. Nos aferramos con fuerza a lo único que podemos tocar físicamente y nos tragamos el corazón. 

Hay días en los que me molesta el hecho de no ser tan grande, de verme tan lejos de todas aquellas personas que se han despedido y han continuado su viaje más rápido que mi pobre y viejo vagón. Me he quedado atascado en mitad de la nada mucho más de lo que me gustaría reconocer. Es ahí cuando solo te llegan los gritos de aquellos que se lo están pasando bien mientras te pones nervioso viendo que nunca se va a arreglar y te vas a quedar ahí atrapado. Es casi como vivir en una pesadilla. No sabes como despertar, como dar marcha atrás. Eres presa del pánico fácil y estás demasiado aislado como para poder pedir ayuda. 

Intentas serenarte, disfrutar, porque al fin y al cabo también has recorrido un largo camino. Has tenido que esperar detrás de un centenar de personas. Algunos han desistido, pero tú no. Has logrado aceptar el ritmo, tu ritmo y no te has dado por vencido. Ahora, cuando las cosas se oscurecen, es sencillo abrazar la pena y no darte el privilegio de dejarte llevar una vez más por el vaivén que nace en tu interior. Esa danza silenciosa que seguimos sin sabernos los pasos. Es entonces cuando te das cuenta de que estabas pisando el freno, de que no había ningún fantasma agarrándote los tobillos, de que tienes el camino abierto; siempre lo has tenido.

Llegarás a tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario