Aullidos del fin del mundo

lunes, 12 de junio de 2017

Ni tan buenos ni tan malos

Y creyendo saberlo todo me encontré con que las cosas estaban del revés. Ella no tenía ni miedo ni pena, sus alas se asemejaban más a un color azabache que a un blanco leche. Sus ojos deshechos habían dado paso a una mirada firme, sin remordimientos, con éxtasis. 

Lo único anormal en esa situación era yo, que con la intención de consolar me veía obligado a desear una muerte limpia y digna entre todo ese barro. 

Ya no se podía pedir, ni confiar. Se había perdido toda clase de intimidad. Ahora los restos se confundían con las sobras que iba dejando caer después de cada palabra. 

Sólo quería que todo fuese bien. E iba bien, pero lo hacía sin mí en la ecuación. 
La única cara asustada la podía ver en un reflejo. 

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