Aullidos del fin del mundo

domingo, 11 de junio de 2017

Desangelada

Sabía que iba a llegar, pero no estaba preparada para tal evento. Había decorado su castillo en las nubes con muchísimos recuerdos, algunos de ellos mentiras que las hacía servir como esponjas para envolverse de la realidad. Había creado todo un paraíso para dos personas, hasta que una de ellas cayó del cielo. 

Compartió tantos momentos que ahora sentía que sin él la mitad de todo no tenía sentido. Alargaba las noches, posponía la hora de comer e incluso los suspiros acababan quedándose sin decirlo todo. Su carga era demasiado intensa. 

Ella era fuerte, más de lo que se decía, pero no solía ser fiel a sí misma, pues le daba miedo encontrarse sola y no ser capaz de resolver una situación complicada. Hasta entonces, donde con tantas mitades tuvo que aprender a unir pedazos. 

Efímera, con los ojos agotados, actuó. Dejó de imaginar y se echó un piropo. En esa habitación gris, desangelada, una chica se miraba en el espejo, hecha trizas, con el maquillaje corrido y una cara a la que no le apetecía dar los buenos días, pero se vio guapa, después de mucho tiempo, se vio a ella misma, con un futuro distinto, sin nubes, sin pares, sin mentiras. 

Allí encontró lo que andaba buscando. Sus alas. No necesitaba a nadie más.

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