Es increíble, pero he logrado mantenerme firme durante un año, con altibajos, obviamente, pero hasta el final. Estos períodos entre meta y meta son desconcertantes. Es como vivir una aventura que no tenías planeada. Puedes elegir cualquier dirección, que nada ni nadie te lo va a impedir. Es el momento de escaparse de la rutina, de conocer mundo e intentar mejorar.
Cuando la monotonía reina en nuestros días a penas tenemos tiempo para pensar en nosotros, y cuando lo hacemos el sueño se desvanece rápido y termina por quedarse como una mera anécdota de la noche anterior.
Siendo sinceros detesto el verano. Siempre me he sentido más cómodo abrigado y tomándome una taza de chocolate caliente, pero no por eso voy a convertir estos meses en un iglú personal. Esta vez no debo pensar dónde iré el año que viene, porque ya tengo una casa a la que volver. Este verano debe de ser un punto de inflexión, una época para evolucionar.
Si lo intento con todas mis ganas, cuando septiembre llegue a mi puerta, quien escriba aquí, ya no seré yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario