Aullidos del fin del mundo

miércoles, 1 de marzo de 2017

Hambre

Ocultar sensaciones a tu cuerpo no te va a llevar a ninguna parte. Él te avisa, como si fuera un semáforo, de si hay peligro o es un camino más que apto para que no te atropellen. 

Cuando ya no puedes comerte el mundo, porque es un día que termina llegando, te das cuenta de que quizás tampoco hubiese servido de mucho hacerlo. ¿Por qué abarcar algo tan grande cuando ni siquiera puedes cargar con el peso de tu ciudad? Ahí despiertas y te encuentras con que has crecido antes de la cuenta y el que tiene hambre ahora eres tú. Entonces empieza la aventura por sobrevivir.

Nos cuesta pensar que quizás podemos tener más con mucho menos. ¿Menuda incoherencia, verdad?
Pero es en ese instante cuando descubrimos que todas esas ideas locas, que la violenta sociedad que habían decidido marcarnos no era más que uno, uno de tantos caminos, y que seguramente haya tantos lugares en los que podamos defendernos con soltura que nos sorprende el hecho de habernos encerrado en un mundo tan diminuto en donde no paraban de recordarnos que el mundo es el que quiere comernos. 

La comida no abunda y por si fuese poco somos insaciables, pero hay algo que siempre se agradecerá: los buenos comensales. La receta no está hecha para ser única, si no para variar, para probar diferentes sabores, culturas, maneras de cocinar. Aprender a saborear lo que tenemos es el plato más difícil de toda nuestra pequeña carrera como chefs. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario