Aullidos del fin del mundo

martes, 7 de marzo de 2017

Sin embargo, aún te escribo

Mantengo la mirada firme. Entereza. Miedo. Determinación. Lo único que nos distancia es la fuerza de la que carecemos. 

Mis dedos fingen al escribir. Su tinta es el veneno de nuestro amor. Frío. Dependencia. Cobardía. No me dejan decir la verdad. No puedo dejar de mentirme una vez tras otra. 


Alguien debería gritar. Oh Dios, tengo tantas ganas de gritar. Podría llenar un auditorio entero. Suspiro. Ansia. Grietas.  Cantaría todas las palabras que dejaron de cobrar sentido. Sería imparable.


Ahí apareces por enésima vez, cuando me disponía a levantarme invicto, con la fortaleza íntegra, sin rasguños, sin heridas en mis brazos. Apareces cuando nadie te llama, cuando no eres el tema a debatir. Te manifiestas sin permiso y lo violas absolutamente todo. Tristeza. Rabia. Nostalgia. Y lo peor de todo es que no eres real. No apareces. No te manifiestas. Es de nuevo una mentira. Yo te invoco, yo te evoco, yo te revivo. 


Toda esta muralla se derrumba en unos segundos. Todo sigue igual. No debería quejarme, hay millones de caminos por recorrer. Cada día podría ser una aventura. Pero yo solo veo escaleras tan altas que no veo hacia donde se dirigen. Me quedo pensando si esos escalones podrían llevarme justo al lugar donde dejé de subir, donde me torcí el tobillo, donde me disparaste. Sangre. Odio. Apatía. El único apoyo donde puedo sujetarme simplemente no existe. No deberías existir. 

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