Aullidos del fin del mundo

miércoles, 3 de abril de 2019

Lo que no se ve

Mientras la puerta del metro se cerraba su corazón se iba sintiendo más y más pequeño. Con la cabeza aún nublada pudo distinguir como los asientos del fondo no estaban ocupados más que por un triste periódico. Con cada paso que daba sentía que iba a desplomarse. Se sujetó en un reposacabezas al notar como el metro se ponía en marcha y casi tropezó. En ese instante se fijó como nadie se inmutaba. De alguna manera se sintió invisible aun estando rodeado de gente. Cuando por fin consiguió abrirse paso hasta el final del vagón, se dejó caer como si fuese una nube llena de lluvia que está a punto de estallar. Se acomodó como buenamente pudo y dejó la vista perderse en ese largo túnel que aunque no fuese tan largo, para él no tenía fin.
Buscó con desgana dentro de su bolsillo hasta que encontró un par de auriculares que significaban su salvación. Pulsó el botón de "play" y un estruendo de gritos y guitarras eléctricas empezaron a llenar sus oídos y su cabeza. Estaba siendo un día muy largo y aún podía ver como el sol se alzaba entre los edificios de Barcelona. 
En la siguiente estación subieron muchas personas y tuvo que menguarse para dejar espacio al resto. Entre el gentío, descubrió a una chica que llevaba el pelo teñido de un azul eléctrico que le hacía recordar justamente a la misma chica que le había pedido un tiempo hacía escasas horas esa misma tarde. No pudo evitar que se le escapase una risa tonta al pensar que no era tan única como creía. De alguna forma, todos queríamos destacar y ser diferentes. 
Una mujer embarazada intentaba abrirse paso en su compartimento, así que no tuvo que pensárselo dos veces para indicarle con un gesto que podía ocupar su asiento. Al incorporarse, uno de los auriculares se le despegó y eso hizo que se percatara de que en el vagón había unos humildes músicos intentando animar a un público que parecía estar desconectado de la vida, como él hacía unos instantes. Decidió darles una oportunidad.
Se trataba de dos hombres, uno de ellos llevaba un violín, y el otro se dedicaba a cantar una versión acústica de una canción popular. Notó como la mirada de un niño que llevaba desde el principio observándolos ahora le apuntaba a él, buscando su aprobación sobre si también le había gustado el pequeño espectáculo que acababan de presenciar. Mientras los dos hombres agradecían su breve tiempo, se dio cuenta de que parecía que nadie más se había percatado de lo que acababa de pasar. Ni siquiera un aplauso o una leve mirada de agradecimiento. Todo el mundo estaba enfrascado en sus pantallas y en su mundo. No supo cual fue el motivo pero empezó a silbar. Eso hizo que los músicos se dieran la vuelta y que algunos pasajeros levantasen levemente la cabeza. 
- Gracias por alegrarnos un poco más los días grises - anunció mientras enrojecía de vergüenza y se daba cuenta de que todo el mundo estaba contemplándolo -. Creo que necesitabais que alguien os lo dijese. 
Los músicos se acercaron y le apretaron la mano, muy agradecidos. 
- Es bueno saber que alguien te ve cuando la mayoría no lo hace.
Él les devolvió la sonrisa mientras se preparaba para bajar en la siguiente estación. Mientras el cristal de la puerta le devolvía su reflejo cogió sus auriculares y los tiró a la papelera. Se giró un momento y vio que el niño que le había mirado lo seguía haciendo, pero ahora con una leve sonrisa. Quizás su día no había sido el mejor, pero podía hacer el de los demás algo menos malo, y eso convertía al suyo en uno mucho más feliz. 

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