Aullidos del fin del mundo

domingo, 7 de abril de 2019

El plan de los vivos

Aún quedaba mucho trabajo por hacer, pero la nueva ciudad no tenía nada que envidiar a la antigua capital. El rey Ilan se había encargado de que sus ciudadanos no tuviesen que pensar más de la cuenta en todo lo que habían perdido. Les había dado un futuro, y en el caso de Amma, le daría algo de la esperanza que hacía mucho tiempo que no sentía.

Aunque se había acogido a la norma de dormir para escapar, no tardó mucho en oler el pan recién horneado que provenía de aquella suculenta panadería que acababa de abrir bajo la casa que había alquilado esa misma semana, así que se abrochó las botas y decidió emprender su camino. Después de todo lo que habían sufrido, ver como los pequeños comercios inundaban las calles le hacía volver a un hogar al que ya no regresaría.
Cuando llegó al centro, se topó con aquella majestuosa fuente que indicaba a los extranjeros que habían llegado al reino del alba, a la ciudad del progreso, a la Nueva Descencia. Los dragones tallados en mármol que escupían agua le producían una nostalgia que no sabía muy bien de donde provenía. Desde que era una niña aquellas bestias misteriosas solo residían en el imaginario de los cuentos populares. De alguna forma se habían convertido en el símbolo del lugar. Quizás porque luchaban ferozmente como ellos, o quizás porque llegarían a desaparecer hasta no ser más que un resquicio de la imaginación.

Antes de llegar a las puertas del palacio se ajustó el casco. Amma era una mujer de espalda ancha y figura corpulenta, lo que le hacía destacar. Muchos de sus compañeros masculinos cuando la miraban veían a uno más de ellos, pero a ella no parecía importarle en absoluto. Siempre daba lo mejor de sí, y es lo único que buscaba en sus camaradas. Nunca había entendido el porqué una cuestión de sexo hacía a una persona más apta para un trabajo u otro. Estaba claro que algunos tenían más o menos fuerza, pero para sobrevivir cualquier persona inteligente debía ser válida. Al menos una cosa estaba clara, y es que allí era muy valorada.

Los guardias, poco más que unos niños, la dejaron pasar mientras susurraban lo emocionados que estaban de poder verla en persona. Amma se deleitaba con la estructura lechosa que cubría cualquier parte de las habitaciones. Todo estaba empañado en un manto níveo que le hacía sentir haber cambiado de estación. Incluso los uniformes de los guardias estaban estampados en un metal blanquecino. Al llegar ante la estancia del rey, pudo captar como aquellas figuras con forma de dragón que estaban en la fuente también la miraban desde lo más alto del techo de una forma algo inquietante.

- Pasa, no te quedes ahí fuera - le instó una voz conocida.
- Perdón, me había quedado embobada. Habéis reconstruido todo a la perfección. Da la impresión de que nadie ha tenido que morir.

Un hombre canoso con una corona en su cabeza la recibió con una afectuosa mirada. Se le notaban las ojeras del cansancio acumulado. Debajo de ellas podía reconocerse la cicatriz que le dejó su última batalla. El rey depositó la pluma con delicadeza sobre su escritorio y observó a su vieja amiga.

- Lo siento mucho, querida. Esta guerra nos toca a todos de cerca. Ojalá pudiésemos volver atrás.
- No, eso no serviría de absolutamente nada. Lo único que debería importaros, alteza, es buscar la paz venidera. Todo lo que vale la pena está ahí delante. - Le señaló el palco que se encontraba detrás de Ilan, que daba justo al corazón de la ciudad.
- Hemos empezado de cero más veces de las que me gustaría recordar, pero esta vez ha sido un gran golpe. Intentar reproducir la felicidad que vivíamos antes no es más que un fantasma que no sé si me alegro de ver.
Se incorporó hacia el ventanal mientras su mirada seguía a todos los habitantes que trabajaban duro en recomponerse.
- Al menos sé que yo sí me alegro de verte.
- Eso es una buena noticia, mejor que las que tengo yo para ti.
Amma tragó saliva. Ya sabía que el camino que había recorrido no era para brindarle algo bueno.
- Mi hermano Lian volverá a atacar pronto. Me temo que no le fue suficiente con acabar con la mitad de nosotros, con una ciudad entera y las esperanzas que nos quedaban. Esta vez no voy a poder escapar, de hecho no quiero escapar. Llevar esta corona pesa demasiado si todo lo que me queda es la cama de mi hija vacía. Esta vez me lo llevaré por delante y voy a necesitar toda la ayuda posible. Voy a necesitarte a ti.
- La última vez que me necesitasteis Silva también me pidió ayuda, y ahora ya solo quedáis vos.
- Justamente por eso te he llamado. Tu pérdida también es la mía. No podemos llorar indefinidamente, debemos actuar.
Amma parecía enojada. Estaba claro que su pérdida era algo que no pretendía compartir.
- Hay muchas formas de actuar. Preferiría no verme involucrada en más sangrías.
- No quiero que luches, no al menos de esa forma. Tengo otros planes, si es que te interesa oírlos.
- Tampoco pienso infiltrarme en ningún lugar. Mi tiempo como espía ya ha acabado. Hay muy poca gente viva a la que quiero volver a ver.
- Quizás te interesaría más saber que lo que quiero que espíes no es a los vivos. Seguro que a tu mujer le hace feliz volver a verte.

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