Aullidos del fin del mundo

sábado, 24 de diciembre de 2016

Aún brota la sangre de la herida de ayer

Voy a anidar, provocar, arrollar. 

No puedo borrar lo que queda de ti en mis manos. Todavía puedo tocarte cuando me voy a dormir, ya que eres mi vía de escape. Me paso la noche recordando al chico ideal y solo puedo desvelarme entre esponjas de recuerdos. No hay señales de vida, solo huellas digitales. 

Ni el tiempo ni el espacio pueden llegar a retenerte. Omnipresente, vuelas hasta mi boca, robándome todo el aire que respiro, el agua que necesito, el hambre que me obligas a pasar. 

Ni un solo día me dejas descansar. Me tientas, malnacido, con las mismas palabras que me distes al partir. Son mi oración, mi tatuaje, el que reside bajo la piel.

Puedo contar ya los años y veo la sombra tan cercana que me asusto. Dónde podríamos estar y mira donde estamos. 

Espero que me guardes igual de bien, en algún lugar; frío y desolado con certeza o en playas de arena blanca, donde el futuro nos enseñaría que no solo enterraríamos nuestros pies, si no todo el amor que a día de hoy, con desdicha a veces y suerte, algunas pocas, hacen temblar la piedra en la que me he convertido.

Aún me rompes. Aún es injusto. Sigue siendo tuya mi fragilidad.


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