Le daría el privilegio al primer valiente que me advirtiera de las serpenteantes e intratables colinas que me deparan en la superficie; dan verdadero respeto.
Hablo desde la repetición que hastía mi naturaleza mímica e inestable. ¿A caso entiendo lo que digo? Supongo que tan solo me dejo llevar por la rutina autoimpuesta de las noches largas y de sueños intratables; y hablo de intratables y no inalcanzables porque más que sueños parecen criaturas entrañables al principio pero luego se vuelven bestias indomables que se ríen de ti, golpeándote cada vez que vas a girar la cabeza para buscarlas.
Pero llega un punto en el que la importancia decrece y es más importante llegar a casa y pasar página que migrar las colinas escurridizas.
Quiero creer que le doy al tiempo lo que él me pide y cada cosa llega cuando debe llegar.
Pero... ay, cuanta inconformidad.
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