Aullidos del fin del mundo

lunes, 22 de agosto de 2016

La coreografía de agosto

Va quemando las últimas noches de verano. No necesita ropa para alardear. Tiene la pista de baile para ella sola. No se preocupa en que alguien se fije en sus movimientos, ella baila para desahogarse, para mandarle un mensaje al mundo que le rodea. Sus pasos alardean de una belleza que no está escrita en vestidos caros y maquillaje. La canción llega a su auge y se queda quieta con la cabeza inclinada hacia atrás. Su melena llega casi hasta el suelo. Las luces parpadean y en la pista solo esta la figura de una mujer dejándose llevar por la noche calurosa. Se estabiliza. Ella es alta y de ojos claros, pero en ese ambiente a penas se pueden distinguir las personas de las sombras de colores. Su ritmo decae, pero su cuerpo sigue tambaleándose al compás de la canción. Es una balada, de sus preferidas. Alguien la escribió para que no se bailase solo, pero ella va a hacer una excepción y le va a dedicar un abrazo a su cuerpo. Así, rodeada con sus propias manos, se despide de una época que la vio derruirse, donde no sabía consolarse sola, donde su cuerpo no podía andar más allá de su propia cama. Baila con el corazón, aunque algo mareada por todas aquellas copas de más que quizás no debería haber bebido esa noche, esos meses, ese pasado que ahora está pisando con fuerza.

Sale cuando está a punto de amanecer. Nunca ha sabido distinguir muy bien cuando es de día o cuando es de noche una vez empieza el verano. Por suerte, el cielo le va dando pistas de que se acerca otra etapa, algo más fría, algo más oscura; pero ella sonríe, porque le gustan las nuevas etapas, le gusta el frío y la oscuridad siempre ha sido su pareja preferida de baile. 

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