Aullidos del fin del mundo

sábado, 20 de abril de 2024

Mísera paciencia (Puto abril)

Como un alfiler, directo a la sien. Este ruido mental... ya no quiero calmarme, ahora quiero ser un animal. Tengo el pecho hecho jirones y mi corazón a punto de estallar. Me hace daño este lugar. 

El tiempo pasaba lento porque todo era difícil, y ahora, ahora que todo iba bien, ahora que todo era fácil empiezo a sangrar de nuevo. Esto no es taxativo. 

Como si fueseis constelaciones, tan preciosas y tan brillantes, me sentía cómodo girando a vuestro alrededor. Pero la luz se apaga y siento terror. Otra página, tan pronto, tan de repente, tan frío.

Seguía lloviendo metralla, pero no me daba cuenta. Todo parecía en orden. Incluso el tejado parecía aguantar. Ahora no sé si ser real es suficiente. Amanezco en la misma cama todos los días y me siento un extraño. Siempre vuelve este remolino de dudas. Siempre acabo mal, con los huesos rotos y los ojos rojos. Me utilizan, constantemente. Nadie me quiere. Nadie me valora. No soy suficiente.

Y me lo digo. Me lo repito. Hago el ejercicio de pronunciar lo contrario. Pero no se hace realidad. Es como un boomerang. Todo aquello que temí una vez vuelve multiplicado y cuando menos te lo esperas. Ya no sé qué más dar de mí. Será mi actitud. Será mi visión borrosa. Por más que lo pinte de azul, todo se vuelve negro azabache. 

Necesito IRME de todo lo que conozco. Me cuesta respirar. Me cuesta seguir sonriendo si cada vez que doy un paso hacia delante, el camino se derrumba delante de mí.

¡BASTA YA!

Estoy hasta los cojones de ser el último. Para todo. Para todos. PARA ABSOLUTAMENTE TODO.


domingo, 31 de marzo de 2024

De ruinas se han levantado castillos

Aunque tú no lo sepas, hoy se me despierta un instinto animal. 

El día gris me trae recuerdos.  Es una fecha importante para mí. Justo hace un año que te conocí. Justo hace un año que creí que las cosas podían mejorar, que había gente que era capaz de fijarse más allá.

Qué rabia no poder construir un refugio en mi cabeza con estas imágenes. Qué pena tener que recurrir al calendario para volver a reseguir esa cruz que dibujé en este preciso día.

Mi fuerza ahora reside en otros precipicios. 

Todo va demasiado deprisa. No sé cuándo se cambiaron las tornas. Antes todos los segundos me parecían siglos. Ahora ya no me quiero ni mirar al espejo por miedo a verme aún más envejecido. 

Siento que hay demasiadas personas que dependen de mí, y yo me canso. Yo también tengo mis límites. 

Es gracioso, porque parece que ese sea tu legado. Es como si de repente nadie pudiese quererme. Es como si ese sentimiento fuese ficción. Todo es dependencia emocional. Todo es más robótico. Todo es menos humano. 

Si encajar siempre fue difícil, sentir que el sitio donde perteneces está a punto de expirar me crea un agujero en el pecho que no puedo remediar. 

Soy contradictorio, porque una parte de mí desea saber qué hay más allá. Pero ya crucé una vez esa barrera. Ya estoy en el más allá de mi pasado. ¿Cuántos más allá hay?

Siento que debo esforzarme el doble para llegar a donde quiero. Es como que el mundo, para algunos, ha sido un camino de rosas y siguen lanzándoles ramos allá donde van por el simple hecho de haber nacido donde han nacido. Intento hacer las cosas bien. Intento ser perfeccionista. Intento, también, dejarme llevar por mis instintos. No ser simplemente un número. Intento escribir con el corazón y no con la razón.

Necesito expandir las alas. Ya me he cubierto de barro y me he pintado de colores. Ahora necesito volar. Es como algo que sé. Simplemente sé. Es como esas voces que te dicen qué hacer. Es mi instinto suplicándome irme a un lugar mejor, donde pueda brillar, donde pueda ser yo mismo, donde no tenga que luchar a contracorriente. 

Quiero dejar de montar películas en mi cabeza y hacerlas realidad. 

Nunca voy a poder olvidarme de estos actos atroces. Nunca voy a poder quitarme de la cabeza los gritos, el dolor y la ansiedad. Siempre habrá un reducto en mí.

Por eso hoy te recuerdo, para que nunca se te olvide todo el daño que has hecho, para recordarme que yo estoy por encima de ti.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Trapecista

Ha pasado un año. Es casi como un exorcismo emocional. Ahora, con un tiempo y una distancia prudencial, me doy cuenta de que el eco se hace cada vez más diminuto. 

Es curioso como la ceguera puede convertirse en un campo de amapolas, para acto seguido volverse un desierto yermo, un infierno escalofriante, un lugar de paso y un sueño esponjoso y efímero.

Mi aura de protección ha desaparecido. No estoy hecho a prueba de balas, aunque me deleite hablando a mi oscuridad de los puentes rotos que he atravesado. Mi voz es firme y mis decisiones contundentes. Siento que mi camino es afilado y recto. No puedo acallar mi deseo. No puedo evitar ser yo mismo. Aprendo a disfrutar de mi rareza.

Estoy en plena metamorfosis. Aquí, bajo la superficie, la presión no se detiene. Me asepticismo me mantiene cuerdo. Todo se intensifica. Las calles se mueven, pero ya no me fijo en ellas, ya no me pregunto si algún día podré ser como ellos, yendo de un lado a otro, con un rumbo claro. Ahora no me importa, porque mi tiempo tiene importancia. Cada hora cuenta y tiene un propósito. No sé si este soy yo, en medio de todas mis circunstancias, o soy el resultado de lo que me han provocado los demás.

No es fácil encontrar el significado de tu vida. Ese camino del que todo el mundo habla, pero si lo encuentras, tu obligación es recorrerlo. Y lo he encontrado.

Siento que estoy perdiendo el control. El mundo es tan grande que me parece imposible que no haya nada que no me vuelva a hacer caer. Pero por fin siento que vuelvo a vivir.

A ratos vuelo a ras de suelo. Cuando me miente mi cabeza en lo que no pudo haber sido, dejo a las palabras correr. Entre la niebla distingo recuerdos que quedan lejos y no puedo alcanzar. En mis pesadillas nadie responde si grito. Aunque el tiempo fue cruel, sigo en pie. Aprovecharé la adrenalina para lidiar con la caída. Me mata enfrentarme a tu ausencia. Bebo con extraños para volver a creer. Mis manos, las que me ahogaban, me sonríen. Persigo constantemente la inocencia con la que nací. No pararé hasta que llegue al horizonte y abra el mar. Ya no es tarde para mí. Ya no lo es.