Aullidos del fin del mundo

miércoles, 28 de febrero de 2024

Trapecista

Ha pasado un año. Es casi como un exorcismo emocional. Ahora, con un tiempo y una distancia prudencial, me doy cuenta de que el eco se hace cada vez más diminuto. 

Es curioso como la ceguera puede convertirse en un campo de amapolas, para acto seguido volverse un desierto yermo, un infierno escalofriante, un lugar de paso y un sueño esponjoso y efímero.

Mi aura de protección ha desaparecido. No estoy hecho a prueba de balas, aunque me deleite hablando a mi oscuridad de los puentes rotos que he atravesado. Mi voz es firme y mis decisiones contundentes. Siento que mi camino es afilado y recto. No puedo acallar mi deseo. No puedo evitar ser yo mismo. Aprendo a disfrutar de mi rareza.

Estoy en plena metamorfosis. Aquí, bajo la superficie, la presión no se detiene. Me asepticismo me mantiene cuerdo. Todo se intensifica. Las calles se mueven, pero ya no me fijo en ellas, ya no me pregunto si algún día podré ser como ellos, yendo de un lado a otro, con un rumbo claro. Ahora no me importa, porque mi tiempo tiene importancia. Cada hora cuenta y tiene un propósito. No sé si este soy yo, en medio de todas mis circunstancias, o soy el resultado de lo que me han provocado los demás.

No es fácil encontrar el significado de tu vida. Ese camino del que todo el mundo habla, pero si lo encuentras, tu obligación es recorrerlo. Y lo he encontrado.

Siento que estoy perdiendo el control. El mundo es tan grande que me parece imposible que no haya nada que no me vuelva a hacer caer. Pero por fin siento que vuelvo a vivir.

A ratos vuelo a ras de suelo. Cuando me miente mi cabeza en lo que no pudo haber sido, dejo a las palabras correr. Entre la niebla distingo recuerdos que quedan lejos y no puedo alcanzar. En mis pesadillas nadie responde si grito. Aunque el tiempo fue cruel, sigo en pie. Aprovecharé la adrenalina para lidiar con la caída. Me mata enfrentarme a tu ausencia. Bebo con extraños para volver a creer. Mis manos, las que me ahogaban, me sonríen. Persigo constantemente la inocencia con la que nací. No pararé hasta que llegue al horizonte y abra el mar. Ya no es tarde para mí. Ya no lo es.


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