Aullidos del fin del mundo

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Tu influencia

La sed no descansa. Me mira a la cara y se ríe de mí. Me toca hacer de sirviente. Debo acatar sus órdenes, vivir con sus reglas.  

No presto atención. No puedo sentir, estoy ahí, aletargado. Soy como un coche averiado que funciona a medio gas. Es como estar ciego, no acierto nunca. 

Ya no hay lugar al que querer regresar. Eso es lo que más dolor me causa, que mi hogar se haya quedado huérfano. Que cuando quiero sentirme seguro el único sitio al que puedo ir es a mi mente, huyendo, siempre de espaldas. 

Los estragos de aquellos veranos fríos aún me queman en la piel. Es imposible ser neutral. ¿Por qué nadie se da cuenta? ¿Por qué los ecos nunca se callan? 

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